Mujer y deporte
Se ha demostrado que los trastornos alimentarios, la disfunción menstrual y la menor densidad ósea aparecen con una mayor frecuencia en mujeres deportistas. Cada uno por separado ya constituye un problema médico, pero cuando van unidos aumenta el riesgo de impacto en la salud y mortalidad. Estos tres problemas en conjunto han terminado por ser llamados la triada atlética femenina, debido al secretísimo de los desordenes alimenticios y a la casi imperceptibilidad de los síntomas, es muy difícil obtener datos exactos de esta incidencia.
Todas las mujeres deportistas corren el riesgo potencial de desarrollar la triada atlética de desórdenes, sin embargo según Cazorla (2000) es mayor en aquellas con bajo peso corporal, bajo porcentaje de grasa, deportes con exigente y arraigado canon estético y deportes en que la competición se clasifica en función de los pesos. El riesgo es mayor durante la adolescencia y juventud quizás debido a la alta influenciabilidad psicológica y social y a factores biológicos. Este es un período muy crítico ya que el desarrollo esquelético sufre su mayor crecimiento en esta etapa, alcanzando su pico de masa ósea que será insuperable posteriormente.
La triada de la atleta femenina fue descrita por primera vez en 1992 por el Colegio Americano de Medicina Deportiva (ACSM) como un síndrome serio, son las interrelaciones entre disponibilidad energética, función menstrual y densidad mineral ósea, pudiendo llegar a manifestarse con consecuencias clínicas tan severas como los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), amenorrea funcional hipotalámica y osteoporosis. Potencialmente cualquier mujer que practique deporte está en riesgo de desarrollar algún componente de la tríada. Sin embargo, existen unos factores vinculados a la aparición de un TCA en la práctica deportiva que pueden conducir a su desarrollo. Una vez identificado el TCA, debe comenzar el tratamiento específico, para lo que se requerirá un equipo multidisciplinar (Cáceres, 2011).
Los componentes de la triada según Cáceres (2011) son:
Amenorrea
Es la ausencia de menstruación (retraso en la menarquia) lo que se llamaría amenorrea primaria. La ausencia de tres o más ciclos menstruales consecutivos tras la menarquia se llamaría amenorrea secundaria. Según el deporte, la edad, el volumen de entrenamiento y el peso corporal, la prevalencia de amenorrea primaria y secundaria en mujeres deportistas oscila entre el 1% y el 70%.
Osteoporosis
La osteoporosis es una enfermedad caracterizada por una baja masa ósea y un deterioro en la micro-arquitectura del tejido óseo que produce una mayor fragilidad esquelética y un mayor riesgo de fractura. La causa principal de la osteoporosis premenopáusica en mujeres activas es una menor producción de hormonas ováricas y una hipoestrogenemia como resultado de una amenorrea hipotalámica. La prevalencia de osteopenia es de un 22-50% y la de osteoporosis de un 0-13% en deportistas del sexo femenino, según una revisión sistémica de la (Organización Mundial de la Salud, 2014).
Trastornos de conducta alimentaria
Los desórdenes alimentarios se refieren a un amplio espectro de comportamientos alimentarios perjudiciales y a menudo ineficaces utilizados para perder peso o conseguir una imagen delgada. El espectro de comportamientos se extiende desde la gravedad de restringir la ingesta de alimentos, pasando por atracones y purgas más o menos esporádicos, hasta los desórdenes definidos como anorexia nerviosa y bulimia nerviosa. Los desórdenes en los hábitos alimentarios pueden tener como resultado una morbilidad a corto y largo plazo, un menor rendimiento, amenorrea e incluso mortalidad.
Aunque la información respecto a la tríada es muy limitada, la prevalencia de la amenorrea en practicantes femeninas de deportes tales como carreras de fondo, ballet o patinaje artístico puede establecerse entre un 25% y 70%, frente al 5% de la población general. En un estudio llevado a cabo recientemente en Francia se ha puesto de manifiesto que un 71% de las deportistas que alcanzaban puntuaciones superiores a 20 en el Eating Attitudes Test (EAT) tenían problemas del ciclo menstrual, frente a solo un 23% en aquellas con puntuaciones por debajo de 20 (Márquez, 2008).
Existe una fuerte asociación entre anorexia nerviosa y disfunción menstrual. De hecho, la amenorrea es uno de los criterios estrictos necesarios para el diagnóstico de la anorexia nerviosa en las mujeres. Con la bulimia no se ha establecido todavía una relación similar, pero se está descubriendo un creciente número de deportistas que son simultáneamente bulímicas y amenorreicas (Márquez, 2008).
Según Cazorla (2000) los factores de riesgo de la tríada son los que pueden predisponer o contribuir a un desarrollo de la triada y estos pueden ser clasificados en factores externos y factores internos.
Factores internos: La obsesión por la delgadez o un tipo de cuerpo o peso ideal es con frecuencia el impulso inicial para desarrollar los desórdenes en los patrones de la alimentación. Pero el/los mecanismo/s actual que provoca la disfunción menstrual no es aún conocido. Un mecanismo propuesto es que la ingesta de calorías es insuficiente para cubrir el gasto energético provocado por el entrenamiento y vida normal, resultando en un balance energético negativo. Este “débito energético” puede llevar a una disminución de la tasa de metabolismo basal y a una consecuente disfunción hipotalámica. Otro mecanismo propuesto es la disminución de la pulsión de la gonahormona gonadotrofina por el hipotálamo (y consecuente disminución de LH y FSH por la hipófisis) por activación de eje adrenal en las atletas participantes en entrenamiento intenso y ejercicio de larga duración.
Factores externos: La mentalidad de ganar a toda costa motivada por algunos entrenadores y con frecuencia reforzado por los padres proporciona increíbles presiones sobre los atletas. Lo que el entrenador exija del atleta tiene un gran impacto psicológico sobre éste. La presión por mejorar, junto al énfasis sobre la pérdida del peso corporal y adelgazar puede aumentar el riesgo de desarrollar la triada de desórdenes.
Estrategias de entrenamiento en las que se utilizan técnicas demasiado tajantes, con medidas punitivas o refuerzos negativos ante el aumento de peso o pobre rendimiento son también factores comunes que predisponen al desarrollo de formas patógenas de alimentación o restricciones en ésta.
Un control excesivo del entrenador o padres puede contribuir al desarrollo de la triada. El atleta que percibe que no tiene control sobre su voluntad, compensa esta falta por un control sobre su ingesta de comida. Muchas de éstas tan altamente perfeccionistas y competitivas atletas perciben la necesidad de tener más control sobre sus sumamente estructuradas vidas. El ejercicio excesivo puede ser un método para el control de peso en estas atletas añadido a la restricción de alimentos o comportamientos patogénicos por tener más autocontrol sobre sus vidas.
El aislamiento social y la falta de un mecanismo de apoyo es otro factor de predisposición. Muchos de estos atletas “viven y respiran” para su deporte. Como resultado se tiene una perspectiva bastante reducida de su vida. Lo que suceda en su deporte es su única meta. Llegan a concentrarse en su deporte, desarrollando dietas extremadas y se minimizan socialmente.
Modalidades deportivas de riesgo
Los efectos de la práctica deportiva no son siempre positivos, frente a las ventajas y efectos positivos del ejercicio físico, pueden surgir efectos negativos, como son la excesiva preocupación por la imagen corporal, la alimentación y el peso, siendo algunos deportes factores de riesgo de los trastornos alimentarios. Se ha encontrado una relación negativa entre práctica deportiva habitual y la imagen corporal. A través de una encuesta en nuestro país para evaluar el grado de información nutricional que habían recibido los deportistas a lo largo de su vida deportiva, puedo destacar que las atleta que practicaban gimnasia rítmica fueron las deportistas menos informadas en ámbito de alimentación. Se comprobó que las adolescentes que participaban en clases de baile presentaban un autoconcepto físico más bajo que las que no lo practicaban. Muchos investigadores aseguran que existe una asociación entre la condición de feminidad como una orientación específica de rol sexual y los trastornos alimentarios. El perfil estereotípico de rol genérico femenino en la mujer con un cuadro alimentario surgiría como eminentemente dependiente, inmaduro, complaciente, con una necesidad de aceptación por terceros que conlleva una baja autoestima, escasa confianza en sí misma y una dificultad en la adquisición de la identidad genérica (Etxaniz, 2005).
Los trastornos de la conducta alimentaria se presentan con mucha frecuencia en deportes en los que es importante el control del peso corporal, tales como la gimnasia rítmica, o deportes de resistencia. La incidencia es mayor en mujeres, manifestándose con frecuencia una baja autoestima, una imagen corporal distorsionada en la que el cuerpo es percibido con un exceso de peso, ineficiencia, perfeccionismo y un sentido de pérdida de control, con un mecanismo compensatorio ejercido a través de la manipulación de la comida y la utilización de métodos inadecuados de control del peso. Debido a ello pueden aparecer problemas cardiovasculares, una mayor incidencia de fracturas y pérdidas de potencia muscular y resistencia que repercuten negativamente sobre el rendimiento (López Vinueza, 2015).
Hay deportistas del sexo femenino con trastornos de la ingesta en la práctica totalidad de las disciplinas deportivas que, a pesar de la manifiesta pérdida de peso, niegan estar sometidas a dieta. Estos trastornos parecen más habituales en deportes individuales. Asimismo un estudio realizado por Rosen et al. (1986) aporta los siguientes datos: gimnasia (74%) frente a voleibol (21%); más en deportistas de élite o que pretenden serlo que en practicantes corrientes, más en mujeres (90-95%) que en varones (5-10%), y más en adolescentes que en adultos. No obstante, la gran mayoría de las investigaciones consultadas apuntan que el nivel de competición no es una variable tan importante como el tipo de deporte a la hora de predisponer a una atleta a desarrollar conductas alimentarias patológicas (Sanz-Valero, Guardiola-Wanden-Berghe & Castiel, 2012).
Diversos estudios sobre las características antropométricas de gimnastas de alto nivel, señalan que son deportistas altas, delgadas, de extremidades largas y de tronco y caderas estrechas y con un somatotipo que las sitúa en la zona ectomórfica o mesoectomórfica. Además, poseen un bajo porcentaje de grasa en comparación no sólo con chicas sedentarias de la misma edad, sino en comparación con otras poblaciones de deportistas de elite (Vernetta et al., 2011).
Por otro lado, en un deporte de gran estética como es la gimnasia rítmica, la percepción de la imagen corporal se convierte en un factor fundamental del bienestar psicológico de las gimnastas. Según Schindler (1987), entendemos por imagen corporal «aquella representación que nos formamos mentalmente de nuestro propio cuerpo, es decir, la forma en que se nos aparece». Por todo esto la gimnasia rítmica es un deporte con un porcentaje muy elevado de producirse trastornos de conducta alimentaria entre sus deportistas.
Con el actual auge del fútbol femenino en España, que se plasma con la creación de una Superliga femenina en la que participan los clubes profesionales más representativos del panorama futbolístico español, resultan necesarios los estudios científicos que aborden, de manera sistemática, los diferentes aspectos que correlacionan con un rendimiento deportivo más elevado.
Estudios como los de Möller-Nielsen & Hammar, (1989) realizados en la liga profesional sueca, destacan que, si bien no hay un número significativo de casos de amenorrea en mujeres futbolistas, sí que existe un claro aumento de lesiones y de sensaciones de malestar en presencia de síntomas premenstruales y menstruales, así como un descenso de estas lesiones y síntomas en presencia de la píldora anticonceptiva no así en presencia de cualquier otro método anticonceptivo.
El fútbol femenino no es un deporte de gran estética como es la gimnasia rítmica, y en este caso la percepción de la imagen corporal no es un factor fundamental, pero hoy día como ya he dicho con anterioridad, la percepción de la imagen corporal es muy importante por lo que en deportes como fútbol femenino también pueden existir trastornos de conducta alimentaria e insatisfacción corporal.
Factores predisponentes de TCA en el deporte
En lo referido al ámbito deportivo, se ha de afirmar que los hábitos alimentarios correctos son fundamentales para el rendimiento físico y las anomalías nutricionales pueden influir significativamente en el rendimiento del deportista, además de afectar negativamente a los niveles de la personalidad del deportista (Castro, Molero, Cachón, y Zagalaz, 2014). Además, la presión que sufre el deportista para mantener un peso óptimo puede ser un factor determinante en la aparición de una patología de la conducta alimentaria, más aún si tenemos en cuenta algunas de sus características psicológicas, como el perfeccionismo, la compulsión y las altas expectativas sobre sí mismo (Hausenblas y Carron, 1999).
Algunos deportes específicos atraen a individuos que tienen trastornos alimentarios o alto riesgo de desarrollarlos, ya que en ellos encuentran una forma de gastar calorías y de justificar su delgadez o sus hábitos alimentarios inadecuados. Sería el caso de los deportes de resistencia, con un alto grado de entrenamiento, o la gimnasia, con una imagen corporal de delgadez estereotipada y aceptada. También existen modelos de relación causal, como el modelo de anorexia por actividad o anorexia atlética, explicada anteriormente, según el cual el ejercicio físico extenuante desencadenaría una supresión del apetito y de la ingesta, conduciendo por tanto a una disminución del peso que incrementaría el valor del ejercicio y la motivación para practicarlo. Es importante, por tanto, identificar aquellos factores de riesgo que ayudan a que las atletas sean más vulnerables, es decir, que condiciones o factores desencadenantes son responsables de la conducta patológica (Marquez, 2008).
Un factor de enorme importancia parece ser el hacer dieta ya a una edad temprana, un número significativo de atletas manifiestan que su entrenador les ha aconsejado que pierdan peso, en un estudio realizado por Rosen et al., (1986) se comprobó que el 75% de gimnastas femeninas a quienes los entrenadores habían indicado que debían perder peso, utilizaban métodos no apropiados de adelgazamiento, tales como pastillas o laxantes. A menudo las deportistas jóvenes, para agradar a su entrenador, intentan perder peso sea al precio que sea.
El riesgo de problemas aumenta si no se supervisan las dietas y, de hecho, se ha descrito que más que la indicación por parte del entrenador para perder peso, es la falta de una orientación adecuada sobre cómo hacerlo lo que puede generar el trastorno alimentario. Muchas deportistas no quieren que las supervisen por miedo a ser descubiertas y, con frecuencia no están adecuadamente informadas sobre que métodos de control del peso son apropiados, recibiendo un exceso de información a través de amigas, dietas mágicas en las revistas, etc. Tales dietas probablemente no sean suficientes para los altos requerimientos de un entrenamiento estricto o para cubrir los requerimientos nutricionales específicos de los adolescentes en proceso de maduración.
El ejercicio extremo también se ha considerado un factor provocador de los trastornos alimentarios, muchos de los atletas que no dan razones específicas para el comienzo de sus problemas reconocen un gran incremento en el volumen de entrenamiento asociado a pérdida de peso. Las deportistas que aumentan su volumen de entrenamiento pueden experimentar un déficit calórico, quizá debido a una disminución de la ingesta por cambios en los niveles de hormonas relacionadas con el apetito y la saciedad, tales como leptina o adiponectina. El exceso de entrenamiento que conduce a dicha pérdida calórica puede crear un clima psicológico o biológico favorecedor de los desórdenes alimentarios.
Es habitual que los pacientes diagnosticados con Anorexia Nerviosa (AN) recurran al ejercicio físico como método para perder peso, ya que el “miedo a engordar” es un elemento clave en el diagnóstico de los TCA (Jáuregui, López, Montaña, & Morales, 2008). Incluso, aunque no queda recogido en ningún manual de diagnóstico, se usan los términos “anorexia por actividad” o “anorexia atlética”, para referirse a los casos en los que se recurre a la actividad excesiva como método para perder peso.
Los problemas nutricionales alcanzan su grado máximo en mujeres que participan en actividades de danza (Garner, Olmsted, Bhor & Garfinkel, 1982) y en deportes como la gimnasia, saltos de trampolín y patinaje artístico, quienes, a su vez presentan niveles inferiores de Autoconcepto debido a que la imagen corporal entra a formar parte del juicio subjetivo (Teitz & Chapple, 1998).
Es una hormona sintetizada por el tejido adiposo que participa en el metabolismo de la glucosa y los ácidos grasos.
Otros factores de riesgo pueden ser los eventos traumáticos para el atleta, tales como la pérdida del entrenador, pues algunos deportistas consideran a sus entrenadores como vitales para sus carreras deportivas y su falta puede hacerles sentirse vulnerables e indefensos, precipitando el comienzo de los problemas. También las lesiones o enfermedades pueden hacer que el deportista aumente de peso como consecuencia del menor gasto calórico, lo que le lleva a iniciar dietas para compensar la falta de ejercicio (Márquez, 2008).
La vulnerabilidad para el desarrollo de trastornos alimentarios en deportistas puede verse incrementada por sus propias características psicológicas, en sujetos con patologías alimentarias son frecuentes los rasgos disfuncionales de personalidad. En el caso de los deportistas, el perfeccionismo, la compulsividad y unas expectativas demasiado elevadas son claros factores de riesgo. En lo que se refiere a la imagen corporal, en un estudio llevado a cabo por Davis y Cowles (1989) se evaluó el uso de dietas en una muestra de atletas de élite y se investigaron las relaciones entre medidas objetivas y subjetivas de la imagen corporal y la relación existente con factores de personalidad y preocupación por el peso, comprobándose que un porcentaje importante de las atletas se mostraba excesivamente preocupadas por su peso en comparación con el grupo control, de tal forma que, aún teniendo un peso por debajo de lo normal, se encontraban insatisfechas con su cuerpo y hacían dieta; en este estudio, la reactividad emocional constituía un buen predictor de la preocupación por el peso y del futuro desarrollo de las patologías alimentarias.
AUTOR: Álvaro Barroso Hernández